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Hablar de niños

  • Oscarin Poeta Itinerante
  • 24 abr 2015
  • 25 Min. de lectura

Una ciudad sin niños es como un bosque sin árboles. Alguien me podrá alegar”Si no hay árboles, no hay bosque” a lo que yo le agrego” Si no hay niños, no hay ciudad”

Es decir, un niño es el componente inicial de una comunidad compuesta de individuos, que a la vez se organizan para habitar un espacio de este medio que se llama planeta tierra, por eso el niño tiene que ser el origen y destino de nuestros sacrificios y desvelos.

Después de tres décadas de trabajar con niños, he llegado a la conclusión, que ellos fueron mis mayores maestros. Tantas veces me quedé extasiado reflexionando una respuesta dada por un niño con tanta claridad y sin tantos rodeos, para fundamentar algo que mirado desde su óptica infantil era tan evidente, algo que nosotros los adultos lo tomamos, lo analizamos y le buscamos los mil recovecos para llegar a esa misma definición. No hay caso, Dios fue muy sabio al darnos al principio de nuestras vidas, la infancia.

Para no hacer demasiada larga esta presentación, colocaré al pie de este escrito, algunas de las cosas que sobre niños escribí, aparte de mí libro, “Oscarín. . . mira por mis ojos”

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NO MATES A TU BEBÉ

(Plegaria de un padre adoptante)

Estas palabras están escritas para levantar la voz por todos aquellos seres que aun no han visto la luz del sol. . .y que son los niños por nacer, que día a día, mueren en clandestinas clínicas abortivas.

No mates a tu bebé. Dámelo envuelto en un paño

Que al calor de mi regazo, no sufrirá ningún daño.

Le harán mis manos su cuna y mi voz una canción

Le cantaré nanas en las noches y dianas cuando salga el sol.

Seré su fiel centinela, desvelado eternamente

Que con sólo una mirada, sabrá lo que su pecho siente.

No mates a tu bebé ¿Cómo puedo suplicarlo?

Te ofrezco la vida entera, tan solo para cuidarlo.

Le enseñaré a caminar, lo llevaré de la mano

Y le diré: Mira el mundo, con ojos de ser humano.

Serán sus pasos primeros, trémulos como cualquier pichón

Pero afirmaré su temple, a fuerza de corazón.

No mates a tu bebé. No arranque de tus entrañas

El don que Dios por milagro, le dio a tu ser como hazaña.

Cuando él aprenda a mirarme, desde su cuna primera

Encontrará en mí la palabra de su historia verdadera.

Y le diré. . .Hijo mío ¿Cómo hacerte comprender?

Que Dios te puso en mis manos, con su grandeza y poder.

Así irá descubriendo, lo bello del amanecer

En lo profundo del cielo que un día lo vio nacer.

Se enamorará sin saberlo, de la lluvia, el sol y el viento

Del otoño, del verano y los grises del invierno.

Será amigo de los árboles. Se hará protector de nidos.

Y en vez de un arma en la mano, llevará consigo un libro.

Será como yo, enamorado, de la música sublime

Del arroyo con su canto, y el de los pájaros libres.

No mates a tu bebé, que yo de alguna manera

Le haré saber que el milagro ha premiado su existencia.

Para, cuando sea mayor, y pueda levantar la voz.

Clame por un mundo nuevo, más humano que el de hoy.

Quizá pueda ser maestro, o tal vez agricultor.

Cualquier oficio el sublime, cuando se hace con amor.

No le ofreceré riquezas, ni caudales de alta sumas

Tendrá este cielo estrellado y los brillos de la luna.

Para que sea mensajero, trovador de vino y soles

Que dé su canto a los niños, a los ricos y a los pobres.

Trataré de hacerlo justo, en un mundo desigual

Que mire al hombre por hombre y que se reconozca igual.

Si le matas también mueres, porque tu sangre emanada

Hará una llaga en tu alma, que jamás será cerrada.

Si le premia con la vida. Serás sabia. Serás santa.

Igual que todas las madres a la divinidad llamada.

No mates a tu bebé. Dalo al mundo si temor

Que este mundo está sediento, por algún acto de amor.

EL JUGUETE

(Poesía)

No hagas de tu niño un grande; que su infancia está primero

No olvides que mientras juega, lo bendice al mundo entero.

. . . . . . . . . . . . . . . . .

En tus manos valgo poco

Y olvidado mucho menos

Pero en las manos de un niño

Mi valor no tiene precio.

Porque allí soy lo que soy

Cuando con su fantasía

Soy un rey, soy un soldado

Vestido de gallardía.

Puedo tener la fortuna

De cabalgar por los cielos

Y remontar las montañas

Más altas del mundo entero.

Viajar por selvas y mares

Desafiar rudas tormentas

Y en las alas de algún pájaro

Ver el mundo que despierta.

Soy así sin más ni menos

Sin ruedas puedo rodar

Y aunque parezca mentiras

Sin alas puedo volar.

Y gritarte de allá arriba

Sobre mi azul barrilete

Soy el todo para un niño

Porque he nacido juguete.

14-12-10

LA CASA GRANDE

Este trabajo está dedicado a todos aquellos niños que llegan a las guarderías y a los jardines maternales, porque este cálido lugar, es el refugio de aquellos seres pequeñitos que por razones varias sus papás deben salir de casa a traerles el sustento que sus familias necesitan.

. . . . . . . . . .

Yo tengo una casa grande

Que está llena de cariño.

También se llena de niños

Que juegan todos los días

En ella somos felices

En ella canta la vida.

Yo soy uno más de aquellos

Que un día llegó asustado

De las polleras colgado

De mi madre con temor.

Me tenía que quedar

Y eso me daba estupor.

Todo esto me parecía

Algo muy frío y muy grande

Fue por eso mi semblante

Tan serio y mal humorado

Que me quedé acurrucado

Con intención de escaparme.

Las personas que aquí estaban

Y que yo desconocía

Sus caricias, reprimía

Las sentía tan extrañas.

Nunca pensé que hoy en día

Tanto y tanto me gustaran.

Me gusta su galería

El olor de su cocina

La voz de la señorita

La luz, el juego de todos

Si hasta me gusta en el modo

Que me mira mi amiguita.

Yo tengo una casa grande

En ella entramos corriendo

Sudorosos, polvorientos

Sin sacudirnos los pies.

Lo hacemos a cada rato

Sabiendo que no está bien

En las mañanas de Invierno

Los días de temporales

Aplastamos las narices

En los helados cristales

Mirando pasar las horas

Una tras otras. Iguales.

Y por fin el sol salió

¡Todos a jugar al patio!

Inventando a cada paso

Una nueva travesura

Y después disimular

Como inocentes criaturas.

En los veranos de fuego

Cuando el sol está que pela

Al no asistir a la escuela

Nos hacen dormir la siesta

¿Dormir?. . . es solo decir

Si aquello es toda una fiesta.

Hablamos de mil cuestiones

De la casa, la canchita.

Hasta de aquel triste día

Que perdí las figuritas.

¡Que chambón! Si las tenía

Guardadas en una bolsita.

¡Quién me manda andar jugando!

A la lucha, a las carreras

¡Tan bonitas que ellas eran!

Tanto me costó juntarlas

Pero ya no estemos tristes

Y cambiemos estas charlas.

Y así va pasando el tiempo

Tiempo lindo de mi infancia.

Nadie sabe la importancia

Que para mi significa

Mi casa grande se achica

Cuando la guardo en mi alma.

Por eso es que yo le pido

A mi Dios que está en el cielo

Que según dice mi abuelo

A todos los niños mira. . .

Protege mi guardería

Que tanto y tanto queremos.

Algún día seré hombre

Si Dios me da la fortuna

Y a mis hijos contaré

Esta, mi gran aventura

Y todo lo que te debo

Tampoco lo olvidaré.

. . . . . . . . . . . . . . . . . .

Por eso estos sueños míos

Que son los de un niño más

Son nobles como mis juegos

En ellos nunca hay maldad.

Todo se nutre de vida

Todo está lleno de amor

Porque doy lo que recibo

Si no, ¿Quién sería yo?

¿Qué otra forma buscaría?

Un niño que como yo

Que la vida lo privó

De riquezas materiales

Pero le dio los caudales

Más grande que Dios entrega

Que es el de poder amar

Dar y recibir cariño

De sentirme protegido

Como hoy me siento yo.

Sé que no soy el mejor

Que a veces me porto mal

Pero igual pido al rezar

Ya que estoy tan pedigüeño

Que no me quite los sueños

Que tengo necesidad.

De mi vida disfrutar.

Disfrutar de mis amigos.

Saber que estoy al abrigo

De esta mi casa, de todos.

Y que es el único modo

Que yo me puedo expresar.

MI MAESTRA Y YO

Todos los maestros son sagrados, porque todos tienen la oportunidad de ganarse un lugarcito en el corazón de un niño. ¿Cuánto más lo tendrá aquel que guía a un ser que le cuesta mucho aprender, por esas circunstancias de la vida?

En mi corazón de niño

Que no alcanza a comprender

De las cosas el por qué

En el mundo en que vivimos

Soy feliz porque recibo

De mi maestra el cariño.

Ella es quien me guía

En quien confío mis pasos

Y son míos sus abrazos

Cuando entre lágrimas pido

Que me quieran un poquito.

Si no. Soy niño perdido.

¿Adonde puedo llegar?

Con mi gran fragilidad

Si otros niños a mi edad

Ya saben sobrevivir.

Yo recién hago borrones

Porque aun no puedo escribir.

¿Será que mi estrella quiso?

¿Que sea un niño limitado?

O tal ves el Dios sagrado

Que me mira desde el cielo

Puso en mi alma dos alas

Para que pueda alzar vuelo.

Y pasar por este mundo

Sobre el odio y la maldad

Y poner ingenuidad

En el saber que desvía

Al hombre que en su ambición

Por tener más da la vida.

Sin darse cuenta quizá

Que en lo simple está lo bello

Que son fríos los destellos

De lo material que invade

Este hermoso mundo mío

Que va donde nadie sabe.

Solo Dios, con su grandeza.

Es quien conoce el destino

Pues él marcó este camino

Y nos dio un lugar a todos.

Tal vez sepa él la razón

Que yo viva de este modo.

Que siempre de alguna forma

Dependa de los demás

Y que mire desde atrás

Como los otros progresan

Mientras yo cargo la cruz

Que de mi cuna me aqueja.

En mi corazón de niño

Que está empezando a vivir

Y que le toca sufrir

Del saber, su cruel olvido.

En mi maestra, mi amiga.

Encuentro el amor que ansío.

. . . . . . . .

Por eso pido a mi Dios

Que me dé, mínimamente

La luz que guíe mi frente

Para quererte mejor

Y devolverte un poquito

Lo que hoy me das con amor.

11-09-88

NIÑO TAREFERO(*)

(Soneto)

Cunumí repletito de injusticias

Que desandas surcos en desnudez

Y que a penas dejan tus menudos pies

En el yerbal silente sus caricias

La máquina infernal de la avaricia

Acapara con saga y altivez

El tiempo de tu infancia. . . y de un revés

Te condena a vivir sin tu sonrisa.

¡Vaya calamidad! Que no termina

De acosar al débil que se abate

En la cruel miseria que lo discrimina

Infamia de un poder que no comparte.

A tal punto que ensucia y que lastima

Todo lo bueno de la yerba mate.

(*) Niño que trabaja en los yerbales

PRIMER DÍA DE CLASE

(POESÍA)

Cuando miro tantos niños con sus guardapolvos blancos, se me hace que soy un agricultor que observa un campo inculto y piensa. . . “Si la labor que en ese terreno realizo, lo hago con verdadera convicción de que soy un buen sembrador, seguramente, los frutos que he de cosechar serán aprobados por el gran Creador

¡Talán. . .Talán! llama la campana

Las aulas se visten de blanco otra vez

Llena está de risas y llantos la mañana

Igual que las calles de menudos pies.

Los niños, los grandes tesoros del mundo

Invaden veredas en esta ciudad

Contagiando a todos su ser iracundo

Saltando, corriendo, de aquí para allá

Guardapolvos blancos, zapatos lustrosos

Algunos no pueden ropas estrenar

¡No importa! . . . a mis ojos, todos son iguales

Y tienen en mi alma el mismo lugar

Primer día de clase ¡Cuánta expectativa!

Amigos queridos que no volverán

Mas otros igual vendrán a sus vidas

Llenando sus infancias, hermosa y fugaz

Al verlos, el niño que llevo conmigo

Se alegra y me pide desde el corazón

Que corra las penas, las tire al olvido

Y les cante a dúo, esta dulce canción. . .

“Palomita blanca de trémulas alas

A donde tú vayas, yo quisiera ir

Y velar el sueño, de tus noches largas

Contándote cuentos que te hagan feliz

Palomita blanca de vuelo precoz

Te regalo el cielo donde ayer volé

Son tuyas mis nubes, mi cielo, mi sol

Y tuyo es mi tiempo, porque ere mi ayer

Palomita blanca, ángel de la paz

Perdón por el mundo que vas a encontrar

Los hombres no pueden su meta alcanzar

Por eso del mundo no se aleja el mal

Palomita blanca, eres la esperanza

En ti deposito mi vieja ilusión

Quiera Dios que tengas toda la templanza

Y hagas de este mundo, un mundo mejor

07-03-89

ROMANCE DEL NIÑO Y LA VIÑA

(Poesía)

Mi niño se halla dormido en la punta de la hilera

Mientras su madre cosecha, sombrero, tacho y tijera.

En tu mundo, dulce niño ¿Qué cosas estás soñando?

Que meneas tus manitos, cual pajaritos volando.

Verás las viñas maduras y los hombres trabajando

Rostros brillosos, felices, lejos de penas y llantos.

Verás las uvas doradas, las abejas susurrando

Y en el canto de los pájaros, todo el mundo está cantando.

Mi niño se halla despierto en la punta de la hilera

Ha salido de su cuna, camina a veces gatea.

Sus pasitos van y vienen; agarrado del alambre

Ríe cuando mira el sol; llora cuando tiene hambre.

Mi niño es una semilla, fruto del sol de mi tierra

Mi niño quiere la paz; mi niño no quiere guerra.

Es por eso que mi canto tiene el dulzor de las uvas

Porque tiene de mi niño, todo su amor y ternura.

¡Oh Dios! ¡Qué grande que sos! Por todo lo que me das

Me das la vida, la viña. Me das mi niño y mi paz.

¿Qué más te puede pedir el hombre que el labrador?

Los frutos que da la tierra; y de los suyos su amor.

Niño mío, niño amado y como el vino esperado

Como ha esperado la tierra el mensaje del arado.

¡Cuántos caminos!. . . ¡Cuántos surcos! Cuanto futuro en tus pies

¡Gracias mi Dios por mi niño; por mi viña y por mi fe !

ROMANCE DEL PADRE Y EL HIJO

Cuando un niño nace, una estrellita en el cielo brilla con más intensidad. . . y a mi se me da por pensar. . .la vida prevalece. . . ¡Gracias a Dios!

Llegó la hora de vivir

Mi niño, estás en mis brazos

Y en tu ser hay un pedazo

De mi corazón latiendo

Y en tu lecho tibio, tierno

Tu vida se hace premisa

Se hace dulzura, caricia

Se hace Dios hecho milagro.

Te miro y todo el asombro

No cabe dentro de mí.

Te veo cruzar feliz

El patio a toda carrera.

Te veo ir a la escuela

Con el brillo en la mirada

Y en el hueco de tu almohada

Veo brillar una estrella.

¡Ay ¡ Mi niño pequeñito

de diminuta figura

en tu alma nueva y pura

mi esperanza se guarece

mis brazos se fortalecen

y el mañana hoy es presente

soy así entre tanta gente

aquel que a Dios agradece.

Agradece por tenerte

Por darme la oportunidad

De saber que el ser papá

Encierra un hondo misterio.

Que he de enfrentarme a los miedos

Al temor de fracasar

Pero en mi lucha estará

Formarte noble y sincero.

Niño mío que has nacido

En este mundo perfecto

Pero sufre los efectos

De la ambición desmedida

Cuando veo que la vida

Por muchos, no es valorada.

Y es cruelmente avasallada

Ultrajada y mal querida

Llegó la hora de vivir

Ya eres tú mi realidad

Mas . . .por decir de verdad

Dos interrogantes tengo

Una . . .¿Qué mundo te dejo?

El otro, aun más profundo

Que persona dejaré

Que proteja y ame al mundo.

Yo pretendo que la siembra

De mis actos en tu ser

Te lleven a reconocer

Que la soberbia es dañina

Que hace daño, que lastima

Que oscurece los destinos.

No quiero que tu camino

Esté poblado de espinas.

Quiero saberte feliz

Enfrentando adversidades

Que te llenes de bondades

Para dar a los demás.

Quiero que opongas al mal

Un escudo de nobleza

Y con toda fortaleza

Te formes franco y cabal.

Niño mío que has llegado

Por magia y gracia de Dios

¡Toma el mundo! . . . ¡Vívelo!

Es tuyo en su plenitud

Mas . . . Llénate de virtud

Y siémbrala por el mundo

Y lograrás que los hombres

Descubran de Dios su luz.

30-08-04

SAGRADOS

En todo tiempo de nuestra existencia el hombre rompió sus propias reglas. Eso dio origen a la jurisprudencia. La justicia entonces marca, mide, sanciona pero el hombre sigue en falta. Esto es un tema muy delicado, confuso, complejo y extenso.

Sin ser yo un experto, por mi trabajo, he observado quienes están privados de la libertad. Dos cosas llaman mi atención.

Primero: Que hay más hombres que mujeres

Segundo: Que hay más jóvenes que viejos (de eso hablaré)

Es lamentable entender que de esa masa de recluidos, la gran mayoría, en promedio no pasan de treinta años, tal vez de los veinte.

Pasado ya más de medio siglo de vida, he tenido la oportunidad de ver crecer varias generaciones. Han pasado por mi tutela una cierta cantidad de niños. Los he visto nacer y crecer; los he visto en cunas; en jardines maternales; en colegios etc. y me duele mucho reconocer, que de esos jóvenes que hoy pueblan las cárceles, hace un par de décadas atrás han estado en sus respectivas cunas, jardines maternales, colegios etc. Entonces, ¿Qué pasó allí? ¿Por qué se perdieron esos niños en el sub mundo de la delincuencia? Y creo tener la respuesta ¡Porque no fueron Sagrados! Ahora bien ¿Qué es ser sagrado? ¿Será de llenarlos de cosas materiales? ¿Será consentirle de todo lo que requieren? Rotundamente ¡No! No soy un experto en pedagogía, ni un teólogo, pero sí soy un convencido que la consagración se logra, entre otras cosas con: Amor, Ternura, Contención, Comprensión, Disciplina y Tiempo.

Todos hablamos de los derechos del niño; tanto se habla que terminan encarnándose a rajatabla en sus esencias, los derechos y pierden sentido los deberes y cuanto más las obligaciones. Tener derechos no significa que todo se puede hacer; que todo se deba tener; que todo corresponde. De esa manera formamos un ser egoísta, indiferente y soberbio, porque el derecho se logra aceptando los deberes y, entendiendo que se ajustará en un futuro a la obligación.

Sé que todo esto es mucho más complejo; que en el camino existen muchas variables, pero sé también que uno de los derechos que tienen los niños en esta sociedad, nosotros mismos nos encargamos de no cumplirla, y es principalmente la más importante. Ser Niño. Tener Infancia. Vivir Infantilmente pero, como el dinero es “Lo Fundamental”, se los empuja, salvajemente, en la primera edad, a vivir de un consumismo voraz y cruel. Se los repleta de cosas que no necesitan, para llenar ese vacío que dejamos, al no ser nosotros referentes venerables; Padres Venerables; Adultos Venerables, Sociedad Venerable. Es entonces que perdemos de antemano, la autoridad moral que nos debe revestir y somos vistos por esos seres nuevos, precoces, inteligentes y rápidos, como parte de un sistema que se ha separado entre lo joven y lo viejo; lo actual y lo antiguo; lo útil y lo descartable y así concluimos nuestra existencia separados, mirando como se pueblan las cárceles de jóvenes- niños, por no cumplir con esa hermosa misión que se nos fue encomendad: Hacer de nuestro niños Seres Sagrados.

¿QUIÉN ENSEÑA AL ENSEÑADOR?

(Ensayo)

En San Rafael mi pueblo, como en casi todo el hemisferio sur, el mes de septiembre, octubre y noviembre es un tiempo de mucho trabajo para los pájaros. Se forman los casalitos sin ningún ordenamiento jurídico. Nadie sale atestiguar esa unión entre dos géneros que se aman; ni se realizan rimbombantes ceremonias que cuestan un dineral. Nada de eso pasa para ellos. Sin embargo, respondiendo a un mandato divino de preservar la especie, bullen por las pocas cortinas forestales que nos están quedando o los maltratados árboles de la vía pública, un verdadero ejército de pájaros. Alto y voluminoso se ve en la copa de los álamos el nido del “Pito Juan” o “Venteveo” que después de realizar incontables viajes con ramitas, plumitas y demás, deja organizado a su modo, el lugar donde nacerán sus pichones. Los gorriones, otro tanto, aunque éllos son más avezados y, en ocasiones encuentran entre las canaletas de algún tejado, el lugar apropiado donde cimentar su futura familia volante.

Largo sería de enumerar los rasgos particulares de cada uno de aquellos jornaleros del aire porque, para ese tiempo de primavera aparecen sin saber nosotros, ni de dónde, ni de cómo, una variedad incontable de avecillas que locos de alegría se hacen notar con sus cánticos mañaneros que a modo de saludo, tal fueran compadres a la usanza cuyana, desperezan a sus amigos bajo el son de una guitarra desvelada, con el regalo de una serenata, como si nos dijeran ¡Canten, hombres bulliciosos! Que la bulla no es canto; que el ruido ensordecedor no se música. Que la música es otra cosa. Pues la música es el arte de combinar los sonidos y los sonidos deben ser armónicos y elevar el espíritu del ser humano para hacerlo más bello y noble. . .y nosotros los miramos con cierta indiferencia, porque son solamente “pájaros”.

Es así que en el campo, las familias de Teros pululan por todos los rincones. Suele sentirse en altas horas de la madrugada, sus características clarinadas, que a modo de un centinela expectante, defiende sus nidales de algún depredador nocturno, sacando amenazadoramente sus puñales naranja que esconden muy bien, dentro del chaleco gris que cargan siempre. Los chimangos hacen grandes y aparatosos nidos, en general sobre rústicos arbustos en los bajíos de algún río o árboles pequeños que parecen, no podrán soportar tamaño peso. . .pero no. Son puro bulto. Los lechuzos, son particulares dado que no sé como lo hacen pero tienen sus pichones bajo tierra, a modo de antiguos mineros acostumbrados a la oscuridad subterránea. En las noches parecen puntitos de sombra, oteando el campo, detrás de su alimentación, que consiste entre otras cosas, de ratones y culebras. Las que dejan mucho que desear como constructoras, son las torcazas, pues parecen encomendar sus viviendas a la Divina Providencia, dado que pretenden, con cuatro ramas locas atravesadas, tener concluida sus casas. Es muy común en ver como por los agujeros del piso pierden siempre uno o dos huevos. Pero, parece sí, que la providencia las contempla de verdad porque en un abrir y cerrar de ojos, ya tienen sus pichones tan gordos y pechugones como sus padres.

Párrafo aparte se necesita para hablar del hornerito. Llega de un momento a otro con su compañera, sacando pecho y batiendo sus alitas, con su cántico tan particular. Hace “reconocimiento de terreno” y se aboca de lleno a la construcción. En un principio, no parece más que un soretito de barro mal apisonado, que se aferra a la horqueta de un gran árbol, o en la punta de un rodrigón del alambrado, pero a los pocos días, su forma cilíndrica va tomando forma; una forma tan bonita y perfecta, que no parece que fuese construido por un pájaro. Generalmente su puerta mira hacia la salida del sol y, hasta parece que en su interior estuviera cubierta por una mano de cal, a los días ya cantan juntos en su puerta; no sin antes, haberse embarrado bien las patas y el pico en tan afanosa tarea de ir y venir construyendo, sin ningún tipo de plano que homologue su culminación. . .pero allí, a los pocos días, una nueva generación de constructores estarán listos para salir a la vida a dar ejemplo de lucha y perseverancia.

Hay algo para tener muy en cuentas y que es general para todos. Una vez nacidos los pichones, las peticiones de alimento se hacen ensordecedoras. Hay que verlos trabajar. Ellos no necesitan del dictamen de un juez que determine de cuanto es el importe de la cuota alimentaria que tienen que proveer. ¡No! Ellos dejan la existencia en esa tarea sublime. Ellos no le cumplen formalidades a nadie. Ellos respetan, sin condicionamiento alguno el hermoso pacto con la vida. La hermosa misión que Dios, sin palabra alguna, les encomendó que es SER PADRES VERDADEROS, y de corazón; aunque nosotros no nos demos cuenta. . . porque son sólo “pájaros”.

Una mañana de octubre, mientras ponía en orden mi patio, escoba en mano, pude observar dos muchachitos que debatían debajo de un maitén frente de casa, cómo derribarían el nido donde una confiada paloma daba calorcito con su cuerpo a sus pichones recién nacidos. Tan ensimismados estaban en sus cosas, que no percibieron mi presencia, donde me arrimé de prisa para argumentar una defensa a esa plumada familia que corría serios riesgos de perecer en sus manos.

  • ¿Cómo les va chicos?- les dije sin dar muchos rodeos.

  • Bien - contestó el más pequeño.

  • ¿Qué andan haciendo? Pregunté. A lo que más grande emprendió la retirada.

  • Nada -volvió a contestar el mismo.

  • ¡No se vayan! Quiero hacerles algunas preguntas.

Los dos se miraron entre sí, puesto que mi trato era por demás cortés.

  • ¿Cómo te llamás?- Le dije al más pequeño, que tenía más cerca.

  • Javier – contestó a secas-

  • ¿Cuántos años tenés Javier?

  • Doce años señor.

  • ¿Vos tenés tu papá y tu mamá. . . hijo?

  • Sí, tengo- contestó ya más calmo.

  • Y. . . ¿Dónde están ellos?

  • Mi papá trabajando, y mi mamá en casa.

  • Javier. . . ¿tenés hermanitos chicos vos?

  • Él tiene- dijo, señalando al compañero.

  • ¡Qué bueno! – le contesté, como para romper el hielo.

  • ¿Cómo se llama tu hermanito pequeño?

  • Pirincho, le decimos.

  • ¡Pirincho! Qué bonito nombre, y decime: ¿Es bonito el Pirincho?

  • No es bonito. ¡Es precioso!

  • ¡Qué lindo!. . .y ¿Toma la teta?

  • ¡Sí! Mi mamá le da a cada ratito.

  • Ahora yo te quiero preguntar una cosa- y, me dirigí al mayor que estaba algo evasivo todavía. ¿A vos te gustaría que cuando tu mamá le estuviera dando la teta al Pirincho, viniera una persona cualquiera y le partiera la cabeza con un palo?

  • ¡NO! -Contestaron al unísono.

  • Bueno, a la palomita tampoco le gustaría. Porque ella está atendiendo a sus hijitos que no saben atenderse solitos. Ella no entiende lo que ustedes quieren hacer con ella. . . porque ella no sabe de maldades. Ella piensa que ustedes son buenos y la van a proteger porque está cuidando su familia.

Se quedaron en silencio, mirándome con la mirada extraviada, al punto que al más grande le rodaron dos lagrimones por las mejillas y, una inmensa tristeza pareció invadirlo.

  • Está bien señor. Usted tiene razón, nosotros no lo habíamos pensado.

Y emprendieron la retirada en silencio, como si un gran peso hubiese puesto a sus espaldas.

- No se olviden que soy amigos de ustedes. Cuando quieran venir a visitarme. Ya saben donde vivo, ¡Ah! . . . y también soy amigo de los pájaros.

Jamás volví a verlos pero jamás tampoco volví a olvidar esas miradas, que denotaban con horror al asumir lo tremendo del accionar que estaban por cometer.

Yo no sé si esos niños volvieron a atentar contra los pájaros, pero sí sé que en ese momento aprendieron algo que seguramente nunca nadie les había enseñado, que es valorar la vida como supremo bien; aunque sea la vida de un pájaro, que parece poca cosa.

Todo esto me lleva a la siguiente reflexión:

¿Tánto cuesta enseñarles a los niños el valor de la vida? ¿Hay que ser un gran catedrático para transmitirles valores y principios a los hijos? ¡No! Hay que ser como los pájaros. Asumiendo la sagrada misión de ser padres; respetando la vida por diminuta que parezca.

Tal vez la inercia actual de las nuevas comunidades, hacen que ambos padres deban salir a la calle para traer más recursos monetarios a la familia. Tal vez, la evolución propia de la mujer por tener su independencia económica; por ser partícipes directas de las decisiones que se toman en la sociedad, sean empujadas a realizar tareas que las alejen temporariamente de sus hijos. Tal vez fueron muchos los acontecimientos que postergaron a las amas de casa, al tener que depender del poder económico de su esposo y después que sus niños crecieron. Al fracasar sus matrimonios algunas veces, se quedaron sin recursos y sin preparación para enfrentar la vida, solas. Tal vez sea eso, con otros agravantes que en la actualidad se crían los niños sin la tutela de sus mayores.

Es notable ver la diferencia del niño que es acompañado en su crianza por sus padres, de aquellos que se crían solitos; recurriendo a una guardería o acompañados por niñeras circunstanciales. He podido observar en los segundos como sus reacciones son más directas e independientes; sin decir que sean desafiantes, atrevidos e insolentes. Generalmente responden usando costumbres y reacciones vistas en la televisión, o los códigos aprendidos de compartir con otros en sus mismas situaciones. Es decir: No buscan ante una eventualidad cualquiera la mirada protectora de un mayor, que apruebe o desapruebe tal o cual comportamiento. Si nunca lo han poseído y, han tenido que enfrentar las disyuntivas propias de la vida como su instinto animal les aguzó.

Hoy a este escrito lo he titulado: ¿Quién enseña al enseñador? Pues considero que la carencia que hoy sufrimos en estas sociedades modernas, son carencias de enseñadores. Tal vez me podrán alegar algunos, que el sistema educativo ha evolucionado positivamente los últimos tiempos. Que se inicia a los cuatro años; que la educación secundaria es obligatoria; que se han incorporado más idiomas; que se incluye la educación artística; que en los jardines maternales ya se empieza a tener conocimiento de la educación formal, y demás. Está bien. Sé que no es fácil avanzar en una sociedad sin cometer errores. Sé que el sistema hace realmente un sacrificio para abarcar a más discípulos y de mejor calidad y sé también el sacrificio que realizan algunos padres para traer el sustento al hogar, en un mundo cada vez más apremiante y exigente. . . pero en este artículo no quiero hablar de Cantidad; sino de Calidad. Haber si me puedo hacer entender. Todos los adultos, sin distinción alguna, somos responsables de enseñar; de transmitir valores a las nuevas camadas de personas que vienen detrás, si es que queremos un mundo mejor de cómo lo encontramos nosotros.

Por hacer una figuración: Un niño en nuestra casa es nuestro. Un niño en la vía pública es de todos y, todos somos responsables de su buena adaptación al medio. En tanto no lo veamos así, estos nuevos seres se educarán de manera mediocre y mediocres serán entonces los resultados de sus comportamientos futuros. Nadie está exento de esta responsabilidad.

Sé que los términos Enseñar y Educar, van muy de la mano, por tal motivo, en el momento del diálogo se pueden entremezclar, pero quiero hacer mención aquí primordialmente a la palabra Enseñanza, pues el término Educación, lo veo más encuadrado dentro de los claustros escolares e institucionales, en cambio la enseñanza, por venir del término latino Insignare (Señalar), nos impone de alguna manera, dar ejemplos o advertencias. Indicar. Dar señas. Algo que el niño lo entiende desde muy pequeño, casi, diría yo, desde que está en el vientre de su madre. Es muy común ver a los papás de un lactante como por señas se hacen entender y el niño sonríe ante ese mensaje gesticulado.

Bien. Para no extenderme tanto en esto digo lo siguiente:

¿Cómo son las señas que damos a nuestros niños en el transcurrir de nuestra existencia? ¿Tomamos verdadera noción que nuestro accionar está celosamente observado y evaluado, por aquellos seres de los cuales somos referentes? ¿Caminamos por la vida asumiendo la responsabilidad de ser enseñadores de vivir? Tal vez me podrán decir algunos “No tengo alma de maestro”. Estamos perdidos entonces. Lo dije recién y lo diré mientras viva. En esto de enseñar y trasmitir valores, nadie queda exento. Al menos tomémonos un tiempito y hagamos un balance del modo que transmitimos conocimiento y hábitos a nuestros niños.

Si estamos en casa, en ocasiones nos manifestamos de forma distinta que cuando estamos dentro de las esferas sociales. Usamos epítetos despectivos al dirigirnos a ciertas personalidades; hacemos censuras encarnizadas, contra algo en que no estamos de acuerdo. . . y esto no quiere decir que esté mal, sino, que la forma en que la hacemos; el vocabulario que usamos y los gestos que utilizamos, muchas veces no son los adecuados. En ocasiones, dentro de los vínculos familiares, se nos hace la costumbre de herirnos los unos a los otros con malos gestos, señas y gritos innecesarios y, en ocasiones soeces, que terminan haciéndonos esclavos de esos comportamientos equívocos e induciendo a nuestros niños a interactuar de esa manera, sin darse cuenta donde realizas esas acciones después ellos.

Si estamos en la vía pública, siempre parece que nuestro comportamiento es el óptimo. Si por esas cosas conducimos un automóvil con nuestra familia en su interior y otro conductor comete una infracción, propia muchas veces de un ser humano como nosotros, lo repletamos de improperios de mil maneras, hasta llegar al punto de proferir gravísimos insultos, que en ocasiones han llegado al contacto físico; y no para saludarse precisamente.

Y para que hablar de los medios de comunicación. Una herramienta tan hermosa como esa, que muchas veces sea usada para atentar directamente contra el buen vivir de todos; seguramente buscando reditúo económicos tan nefastos como perversos ¡Por Dios! ¿Se han puesto a pensar los temas que tocan? ¿Cómo hacen el enfoque? ¿Los horarios y los espacios que llenan con esas mediocridades? ¡Es vergonzoso!

Tiene que haber otro modo más noble y justo para hacer dinero ¿Cómo podemos pretender después que nuestros niños no adquieran modales y costumbres nocivas? Si desde allí se los conduce al consumo de porquerías; si se les llena la cabeza de banalidades y se los empuja, asquerosamente, a ser mediocres.

He visto como se les da micrófono e imagen a ciertos personajes para que expliquen como cometieron un delito. Eso enseña a nuestros niños a robar y, muchas veces hasta matar. . . y lo que más me duele realmente, es saber que mucha gente está consumiendo eso y son precisamente los que están más vulnerables y necesitan otra cosa, pues ocupando tiempos valerosísimos detrás de esas inmundicias pierden la única oportunidad de emerger de la flagrancia en las que están inmersos. . . y no quiero pensar que todo ese manipuleo sea cometido de ex profeso. ¡No! ¡No! Y ¡No! Esto así no va. Yo no digo que nos convirtamos todos en santos dechados de virtudes. ¡No! Pero de allí a manipular un elemento tan utilizado por la sociedad de esa manera nefasta, dista mucho, y creo también que de nada ayuda a la enseñanza que todos debemos impartir. Otro tema que no quiero dejar de pasar aquí, y es la música, que también va de la mano con los medios de comunicación. ¡Por Favor! No quiero decir con esto, que los que escuchan “buena música”, sean mejores que los otros; porque no soy tampoco yo, quien determina qué es bueno y qué es malo musicalmente hablando, pero no puedo dejar de decir tampoco, que he observado atentamente a esos jovencitos que vivieron su infancia; viven su adolescencias y, hay algunos que su adultez, prendidos de esos gigantes equipos musicales. En sus domicilios, estremeciendo hasta las paredes del vecino; en sus autos, asustando hasta los transeúntes más adaptados al bullicio de la ciudad y, hay quienes los cargan hasta en el interior de sus propios oídos, escuchando siempre lo mismo. . . y muy fuerte. Y digo siempre lo mismo porque no salen del “Cháscate, Cháscate”. Pido perdón a las nuevas camadas de músicos que invaden el mercado con esto pero ¡Por favor! Armonicen un poco ese bello arte. Busquen nuevas tonalidades. Enriquezcan de alguna manera sus arpegios. Perfecciónense. Hagan de su oficio un verdadero arte, que sirva y a la vez que trasmita valores, que lo precisamos y de manera urgente. Me molesta mucho ver y escuchar lo que esas interpretaciones rezan. Ya no saben como hacer para decir más sobre el sexo. No quiero ni imaginarme como serán esos “recitales” No chicos, nadie está en condiciones de inventar nada nuevo, en esto de la procreación. Lo que se logra sí, tratando de extenderse en eso, es un burdo manoseo, de algo que tiene que tener carácter de reservado. . . y por que no Sagrado. No debe usarse la música para eso. La música no debe perder jamás su carácter divino. Esa divinidad que un día el Gran Creador le dio, cuando el hombre, incipiente aun, se inició en el camino de la vida y le dio el arte como elemento sustancial, para elevarse en su condición humana y, no para enterrarse en el sucio fango de la degradación.

Otra cosa que es importante en esto de la música. No es bueno atosigarse de ella. Pues los excesos siempre son dañinos y perversos. Hay que tomarse un tiempo prudencial para el razonamiento y la contemplación. Un tiempo para escuchar la sublime música celestial, que proviene de la voz del viento; el rumor del agua y, hasta del silencio de las estrellas. De ese modo, nuestras musas despertarán de su letargo y nos darán la inspiración para volver a la creación de nuevos y hermosos temas musicales.

Caso contrario, no dejaremos de ser autómatas, condenados a movernos siempre al frenético ruido del “cháscate, cháscate” que nos idiotiza y nos anula como seres pensantes; y además es bueno hacer variaciones. Hay mucha y buena música, de diversos tiempos y lugares. La música es infinita y es saludable conocerla en su profundidad y variedad, no se olviden de algo importantísimo. “Nadie ama lo que no conoce”, por eso es bueno que todos tengamos oportunidad de conocerla en su mayor extensión para poder amarla y valorarla, principalmente las nuevas generaciones.

Siempre me pasa lo mismo. Me voy por las ramas cuando quiero fundamentar mucho un tema que me apasiona, pero creo yo, que en esto como en todo “Todo tiene que ver con todo”

Hoy sufrimos por la inseguridad. Los reclamos son cada vez más fervientes, pero “no agarramos el toro por las astas”. Las cosas pasan y nos quedamos callados. Jóvenes que delinquen permanentemente. Chicos que deambulan a toda hora por la vía pública, sin una ocupación definida, sin estudio; sin una perspectiva de vida futura y consumiendo las porquerías, que el sistema perverso pone al alcance de sus manos. Por supuesto que no se debe generalizar. Pero veo muchas mamás solas, arrastrando sus hijos por el mundo. Creo que tenemos un inmenso vacío de padres. . . y me vuelvo a preguntar: ¿Dónde está el macho protector de su manada? ¿Dónde está ese hombre reproductor, con sus millones de espermatozoides a cuestas esperando el momento de entrar en acción? ¿Por qué hay tantos niños abandonados por las calles del mundo? Soy un convencido que alguien tiene que exigir la paternidad. Hoy, hay modos de detectarla con seguridad absoluta. ¡Por Favor! Que alguien me dé una respuesta.

Es muy bonito el romance previo a la gestación de un nuevo ser, pero como seres pensantes, tenemos que prepararnos para hacernos responsables de esas vidas incipientes, que tienen el derecho a tener a sus progenitores a su lado, enseñándoles el hermoso camino de la vida y preparándose para un futuro bonito, que seguramente va ha ser exigente, pero que por ello no puede perder su magia. Y eso lo lograremos ¿Saben cuándo?, cuando aprendamos a ser como los pájaros, y demos hasta la vida si es preciso por nuestros hijos. Será entonces ese día que seamos como Dios nos encomendó: enseñadores de nuevos enseñadores.

 
 
 

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