


OSCARIN
POETA ITINERANTE
SER HOMBRE
Caminar por este mundo, respondiendo a la calidad de varón, no es tarea para nada fácil, pero por eso no deja de ser hermoso. No voy a hablar ya como aquel individuo que debe responder como ciudadano aportante de una sociedad, si bien todo tiene que ver con todo, hoy lo haré como varón, macho movido por impulsos sexuales que alterna permanentemente con seres semejantes, pero de sexo femenino en distintas situaciones.
Cuando el que habla sale a la calle y mira por doquier, se va encontrando a su paso con miradas sugestivas, rostros embriagadores, figuras imponentes. Algunas, muy ocupadas en sus quehaceres, otras, muy enfrascadas en sus problemáticas y así, pero todas ellas bellas. . . bellísimas. Si bien el ser humano es bello, en cualquier edad, la mujer, para nosotros los varones, es el sumo.
No es mi intención desnudar mi libidinosidad, ni mostrarme ante mis lectores como un depravado sexual, simplemente voy a describir, de la forma más clara que encuentro para decir lo que en mí mueven las mujeres y lo haré desde el mismísimo instante que llegan a este mundo tan de todos.
Cuando uno mira un bebé en su cunita, la ternura a uno lo arroba, pero si ese bebé, es una beba, nace en nosotros los varones un encanto especial, porque allí se encuentra nuestro complemento en miniatura, el ser que de alguna manera llenará de magia, de encanto y de hechizo las horas de nuestra existencia. Será por eso que las nenas son más pegada a los papás y los varones a las mamás. . . puede ser, pero no soy yo el que debe decirlo. Serán los profesionales abocados a esos estudios.
Si bien en estos tiempos los modismos unisexo van teniendo más preponderancia, vistiéndose de manera semejante, actuando, muchas veces de igual modo, Dios ha sido muy sabio al darnos las diferencias, que aunque sean muy sutiles, son esenciales al momento de interactuar, los unos con las otras.
Por eso opino, de aquel que se sienta un varón íntegro, admirador de la belleza femenina, debe ser muy ubicado en sus actos, para no caer en un desborde o en una depravación, porque hay mujeres de todas edades, pero no todas están sexualmente activas. Si bien sabemos que todos tenemos sexo, gracias a Dios. Cada uno está en un proceso determinado dentro de una sociedad y es muy bello también respetarnos como tal, con las características que tengamos y ocupar dignamente el lugar que en ese momento debemos ocupar.
Una niña en la calle, puede tener todos los atributos que una mujer atesora, pero no deja de ser una niña y es nuestra responsabilidad, primero como ser humano, después como varón, o si se quiere, como macho protector de la manada, darles el lugar que se merecen, respetando sus procesos naturales y proporcionándoles el tiempo que ello requiere para poder cumplir el rol tan bonito de ser una mujer más que llene de encanto nuestros momentos propios de varón y mujer, debidamente dicho.
Los individuos que nos dedicamos a escribir, estamos muy atentos a las actitudes de las demás personas, es decir, somos muy mirones pero también sabemos que somos mirados. Es el juego en que estamos comprometidos en esta vida, todos.
En una ocasión mientras esperaba en mi camioneta en un semáforo interminable, se acercaba hacia mí por la vereda una muchacha espectacular, con una falda ancha y más bien corta que la brisa hacía juguetear, dejando sus hermosas piernas desplegar su magnificencia sobre unos tacos, mientras que en sus brazos llevaba una percha de carpetas; por la misma vereda en sentido opuesto, venía un señor, muy formal con su maletín cargado de papeles, con su rostro serio y paternal, seguramente, pensando en sus problemáticas. Cuando descubrió a la niña, su rostro se transformó de una manera abismal, no se pudo contener y el embeleso le brotó instantáneamente de sus ojos. Se cruzaron frente a mí y él al llegar al cordón de la vereda, automáticamente haciéndose el distraído, girando la cabeza, pegó la última mirada a ese monumento que terminaba de impactarlo, demás está en decir que a mí me sobresaltaron los bocinazos de los automovilistas que estaban detrás mío, viendo que el semáforo ya estaba en verde. ¿Qué pasó allí? amen de haber obstruido el tránsito. Ese caballero tan prudente y atinado ¿Por qué perdió los estribos? Porque es absolutamente normal. Nadie se puede rehusar a ser lo que es. El varón es varón y la mujer es mujer, en cualquier parte que se encuentren. El problema consiste en qué vamos hacer, nosotros los hombres, para contener esos impulsos naturales, ¿les vamos a dejar rienda suelta o lo vamos a sujetar de acuerdo a nuestra situación personal? Hay un viejo dicho que reza: “Soy casado. . . pero no capado” Por eso digo, no es fácil ser hombre en este mundo y sujetarse a las normativas impuestas por nosotros mismos, pero sí, hay una verdad insoslayable. Lo que se siente se siente.
Todo hasta ahí, para mi es entendible. Lo que siempre me va a resultar un misterio es el tema del amor. ¡Ay el amor! Cuántos suspiros sin respuestas ha derrochado en mi corazón. Cuántas conjeturas; cuántas suposiciones y cuantas expectativas desvanecidas ocuparon en mi tiempo terrenal, el amor que doy y el que no doy; el que recibo y el que me gustaría recibir. No hay caso. . . el que ama pierde y yo soy un perdedor. Ahora bien, si no existiera el amor, no me gustaría vivir. . .dejemos entonces las cosas como están.
A continuación dejo a mis lectores algunas de mis inspiraciones amorosas, que en resumen, son la sal de esta vida que me ha tocado vivir.
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